A las once, puntuales, salimos de Cuenca.
Esta vez las circunstancias son distintas y todos tenemos que adaptarnos, pero el campamento va a ser igual ¡o mejor! que otros años.
Al llegar, después de ser recibidos por la corte del faraón en pleno, lo primero es presentarse: jugando, por supuesto. Después talleres, juego de la tarde construyendo la pirámide, deportes... y merienda, ducha y algo de tiempo libre.
Primero en catequesis y después en misa nos encontramos con Dios, que se presenta vivo en medio de nosotros en la Eucaristía. Cenamos rápido y disfrutamos de un feroz enfrentamiento entre egipcios y hebreos... vamos empatando, pero todo se decide al final.
Para despedir el día, rezamos y damos gracias por tener la gran suerte de estar aquí. ¡Y todos a dormir, que mañana será un día duro!
Definitivamente, no hay otro lugar donde estar mejor.